A pesar de sus recientes 21 años, José López tiene una historia de novela. Llegó a Buenos Aires siendo un niño, entrenó más de un lustro en Independiente -incluso llegó a hacerlo con Primera- pero quedó libre y recaló en Lanús. Pocos meses más tarde decidió probar suerte en la liga regional, donde salió campeón antes de volver al Granate. Debutó en enero de 2021 ante Patronato, y menos de una semana después convirtió su primer gol en la máxima categoría. Fue la revelación del Torneo Liga Profesional 2021 y hoy, un año después de su primer encuentro como profesional, es un apellido que pisa fuerte en el fútbol local.
Naciste en San Lorenzo, Corrientes, un pueblo de 600 habitantes, y a los diez años llegaste a Independiente. ¿Cómo fue la transición de venir a vivir a a un club grande de Buenos Aires?
Fue algo soñado. Lo veía en televisión y ya estar en infantiles para mi era un sueño. Todo nuevo, venir a la ciudad… No estaba acostumbrado. Feliz de haberlo hecho así, porque me ayudó a aprender muchísimo y es algo que recomiendo. Te acostumbrás más rápido a la ciudad y también al ser más chico hacés amigos en seguida. Te acostumbrás a la vida y ya no te cuesta. Hoy me manejo en Buenos Aires como si hubiese vivido acá siempre. Futbolísticamente también son años que ganás. Al jugador lo hace la competencia, y la competencia que hay en Buenos aires no hay en otro lado.
¿Cómo viviste pasar de Lanús a Colegiales de Tres Arroyos, en la liga regional?
Me acuerdo que había arrancado en la Cuarta División y sabía que no iba a tener mucho lugar en Reserva. Me surgió lo de Colegiales, lo charlé con mi familia y decidí tomar la decisión de irme, de empezar a ganar ritmo de jugar con gente más grande. De tener otro roce, de ir a hacerme, a estar solo. La verdad es que fue muy beneficioso para mí. Por ahí retrocedí, pero me sirvió para tomar impulso. Porque cuando estaba ahí veía todo lo que tenía en Lanús y todo lo que me hacía falta. Estás ahí y decís “no quiero esto para mí”. Más allá de que la haya pasado muy bien, decís “estoy en el piso y tengo que ir para arriba, no me queda más que mejorar”. Me destaqué, me sirvió para volver más maduro y fuerte.
Te diste cuenta de algo ahí, hiciste un clic…
Sí, me sirvió. Venís acá todos los días, tenés la ropa limpia, los profes que hacen todo… Tenés que venir y entrenar, nada más. Uno de chico no le da tanta bola a eso, cuando te acostumbrás a tenerlo todo. Después vas a lugares -que me sirvieron un montón y estoy más que agradecido- y te das cuenta todo lo que falta. Me sirvió mucho para darme cuenta de lo que quería para mi futuro.
Tardaste seis días en marcar tu primer gol desde tu debut ¿Cómo te sentiste durante esa semana?
Ya venía de tres citaciones. La primera fue contra Aldosivi. Fue muy rápido, estaba entrenando en Reserva, me llamó Luis (Zubeldía) porque necesitaba un jugador, hice fútbol y en seguida me quedé. Fue todo inesperado. Después de esas tres fechas me tocó debutar, me acuerdo que estaba recaliente porque iba y no entraba. Pero todos me decían “pensá donde estabas hace seis meses y no tenés que enojarte, tenés que estar tranquilo”. Y así fue. Contra Patronato entré, tuve una chance que desperdicié.
En la semana estuve muy contento. Hicimos fútbol y Luis (Zubeldía) dijo que el que estuviera mejor iba a jugar. Me tocó ir al equipo suplente antes de Rosario Central, y me fue muy bien. Antes del partido dio la charla y me puso de titular. Estaba preparado, sabía que iba a tener mi chance. Fue un lindo partido, me quedó esa y cuando metí el gol sentí un desahogo tremendo. Un millón de cosas te pasan por la cabeza: la familia, los amigos, todos los que están siempre orgullosos de uno.
Desde ahí hasta el final del torneo fuiste suplente de Sand y Orsini, que era la dupla titular, e ingresabas entre cinco y veinte minutos, pero siempre entrabas. ¿Cómo lo tomaste?
En Reserva sólo jugué amistosos y en seguida me subió Luis. Yo trato de aprender con todo lo que me pasa. Es difícil cuando todo te pasa de golpe asimilar las cosas, pero trato de hacerlo rápido. Ver donde estoy y donde estaba. En ese momento no me tocaba jugar, pero no estaba mal ni decaído, trataba todos los días de mejorar porque sabía que cuando tuviera mi chance tenía que estar de la mejor manera.
¿Y en esos partidos, notabas tu crecimiento?
Sí. Con la cantidad de partidos que vas jugando te vas soltando. Te vas sintiendo más cómodo en la cancha, vas tomando otra confianza. Es necesario tener esos partidos, porque cuando me tocó ir de entrada en el otro torneo ya tenía 15, 16 partidos entrando, que no es lo mismo que ir de entrada.
Entre vos y Sand, en la última liga metieron 28 goles. Más que otros 13 equipos completos. Un poco más del 50% de la liga. ¿Cómo es convivir en el área con Pepe?
Muy bien. Él arrastra muchas marcas. Siempre traté de hacer lo opuesto a lo que hacía él. Creo que nos terminábamos encontrando, los partidos que jugué con él me sentí muy cómodo. Él arrastraba y luchaba mucho, hacía un trabajo sucio y después todos llegábamos con más energía al área.
¿Qué sería «hacer lo opuesto a Sand»?
Si él iba contra el área, tratar de tirarme un poco más atrás. Buscar los espacios que Pepe iba dejando, porque sabía que si no le quedaba a él, me quedaba a mi. Hicimos así varios goles. Me acuerdo uno contra Central Córdoba, que él va y lo chocan, pasa la pelota y me queda a mi. Me fui mano a mano con el arquero.
¿Y en la semana, profesionalmente, es una referencia?
Siempre. Desde que subí, en seguida me habló y me aconsejó. Me decía que entrene, entrene y entrene. Me costaba mucho aguantar la pelota en los primeros partidos, entonces lo miré mucho porque es un jugador que sabe usar bien el cuerpo.
Alrededor de la mitad de tus goles fueron de cabeza, tenés una altura interesante (188 centímetros) para sacar ventaja, aunque un buen cabeceador no es solo altura. ¿Cuáles son tus secretos?
Trato de aprovechar al máximo esa faceta porque creo que saco bastante diferencia ahí y trato de estar siempre sereno en esa situación. Sé que me va a caer y sé que si la ataco la voy a agarrar primero. Después, antes de saltar, trato de mirar al arquero a ver qué hace. Y también ver dónde tenés mayor probabilidad de que sea gol.
¿Cómo sabés en dónde hay oportunidad de gol?
Trato de mirar donde hay más lugar, menos defensores. Me pasó contra Banfield, que salto, cabeceo y salió un jugador de la nada. No lo había visto, se metió y la sacó casi desde adentro del arco. A veces el arco está lleno de gente y trato de buscar al arquero.
También estás cómodo afuera del área.
Toda la vida jugué fuera del área, me siento muy cómodo. En las bandas también, no me da miedo salir afuera. Sé que puedo eliminar jugadores y centrar. En zona de remate también sé que puedo hacerlo bien.
¿Preferís jugar más libre o tener función de 9?
Más libre estoy más cómodo, pero las dos posiciones las puedo hacer.
¿Cuándo empezaste a ser centrodelantero?
Arranqué en Reserva, con Rodri (Acosta), y después iba rotando de extremo y 9. Después ya con Luis, que me mandó de 9.
Imagino que ahora no, pero en un futuro Europa es atractiva.
Sí. Uno busca lo mejor, trata de tener siempre desafíos y ponerse metas. Siempre trato de apuntar alto. Sueño con Europa, con jugar en la Selección, lo pienso todos los días cuando vengo. Es uno de los motores. Decir “quiero mejorar porque quiero esto para mi vida”. Si hace un año estaba casi libre y el año pasado fui de los jugadores más importantes en mi club, creo que uno solo se pone el techo. Es atractivo pensar en irte a Europa, pero este año lo pensé mucho y elegí quedarme porque sentía que tenía que seguir mejorando.
Nombraste a la Selección argentina. Hace poco Scaloni citó a varios jugadores del ámbito local, me imagino que la lista se ve siempre con ganas…
Siempre. Uno trata de apuntar a lo máximo. Hoy no hay muchos jugadores con mis características y trato de aprovechar al máximo todo. Sé que en algún momento va a pasar.
Tenés en tu cabeza que algún día vas a jugar en la Selección.
Sí, uno se pone el techo y las metas. Sé que va a pasar. No se cuando, esperemos que pronto.
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